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La castañada, Halloween y el día que olvidamos nuestras tradiciones

¿Truco o trato? ¿Quieres cambiar mis castañas y mis boniatos por caramelos azucarados de Halloween? Creo que no.

Cuando estudiaba 8º de E.G.B., sí, aquella E.G.B. que me parecía horrorosa y ahora me parece entrañable, recuerdo que, para pagarnos el viaje de fin de curso, hacíamos castañas asadas en pequeños paquetes y las vendíamos por las calles a la gente que pasaba. Vendíamos lotería de fin de curso y finalmente conseguimos nuestra meta, que era ir de fin de curso a Salou de camping, ¡casi nada!

El otoño era muy frío y consumíamos los platos y postres típicos del otoño, que iban de maravilla para calentar el cuerpo.

Como mi madre trabajaba, nos cuidaba mi abuela, que era una extraordinaria cocinera. Cada vez que llegaba a casa, me encontraba un plato de legumbres y a mí no me gustaban nada. Yo le decía que «las lentejas eran comida de viejas”, pero a ella le daba igual, hasta que no me comiera el plato, no me podía levantar de la mesa, porque eso era lo único que había y si no ¡me las guardaba para la cena! Mi abuela era implacable. Si mi abuela me viera a ahora que soy una fan total de las legumbres y la verdura no se lo creería. Ella sí que sabía de nutrición.

Madre mía, cuánto ha cambiado todo. Mis hijos se parten de risa cuando les explico estas cosas. Parezco una abuela cebolleta.

Cuando era niña, para todos los Santos, hacíamos postres naturales con castañas, boniato, almendras… nos manchábamos las manos y disfrutábamos de la cocina natural. Ahora trato de seguir esta tradición que siempre hubo en mi casa que era la de comer muy sano.

Ahora, sin embargo, me sorprende ver en consulta cómo las personas perciben la cocina como una pérdida de tiempo. La comida es una inversión en salud. No hace falta perder mucho tiempo en la cocina para comer sano y rico, y más en estos tiempos con la vida que llevamos. Pero una buena organización y aprender a cocinar fácil y saludable, nos puede ahorrar mucho tiempo en la cocina y cambiarnos la vida, al fin y al cabo “somos lo que comemos”.

Sin embargo, ahora celebramos ¡Halloween! Llegan a mi casa los niños diciéndome ¿Truco o trato? ¿Perdona? ¿Vas a cambiar mis castañas y boniatos por un puñado de caramelos azucarados? ¿Qué me he perdido?

¿En qué momento hemos olvidado nuestras tradiciones y encima para cambiarlas por otras que no son nada saludables? Creo que al menos merece una reflexión.